Odian a los inmigrantes porque dicen que son una amenaza para nuestra seguridad, porque roban, violan y matan a las mujeres, odian a los que se ahogan en el mar porque deben quedarse en sus países y a quien deben pedirle cuentas es a sus gobernantes, ocultando las diversas realidades de las que huyen, como la guerra, la persecución política o por orientación sexual, por conflictos territoriales, por miseria, por hambre, odian a quienes con una manta venden lo que pueden en las calles para poder sobrevivir, para pagar la deuda que han adquirido por llegar a España, para poder enviar dinero a sus familiares, odian todo lo que suponga reconocer al "otro", al "extranjero", odian "lo diferente", demostrando sencillamente no solo su ignorancia de lo que supone subirse a una patera, lanzarse al mar y no saber si vas a sobrevivir para llegar a algún buen puerto donde buscarse un futuro mejor sino también, y sobre todo, su miedo, sí, su miedo, porque en realidad es lo que tienen, temen que se les usurpe su "españolidad", temen conocer otras culturas, temen el color de su piel porque les recuerda que el mundo es mucho más amplio que sus caras blancas y sus vestimentas aburguesadas, odian al niño que llega solo a nuestras costas, que crece en nuestro país en un centro de acogida y después sale a la calle a buscarse las habichuelas y que, por no ser blanco, ya se le supone la criminalidad.
Odian a los homosexuales porque ponen en tela de juicio su masculinidad, odian el amor entre iguales porque en verdad son unos reprimidos y les da miedo autoidentificarse, odian que se besen y abracen por las calles porque les violenta su moral, odian infinitamente porque no saben hacer otra cosa.
Odian lo público porque saben de sobra que es lo que nos protege y cuida a la mayoría de la población, odian la educación en valores porque nos ayuda a crecer sin estigmas, sin sometimiento a censuras, con sabiduría sobre cómo permanecer en sociedad conviviendo unos con otros, sin importar sexo, raza, religión, ideología o clases sociales, odian a los trabajadores precarios porque saben que si levantan cabeza lo pueden derribar todo, odian a los parados porque dicen que son unos vagos y solo quieren vivir de subvenciones, odian a los republicanos por su miedo a perder privilegios con lo que supondría tener un Estado republicano con sus principios y sus políticas públicas, odian a las que limpian los hoteles porque su misión es mantener sus lujos a costa de su salud, odian a los que hacen huelgas porque peligra el bienestar social y la economía empresarial, odian a los funcionarios porque viven como dioses, no pegan palo al agua y se llevan nuestro dinero público, olvidando que no solo es un privilegio poder estudiar sino sobre todo decidir permanecer años escondida sacrificando tu vida para conseguir una plaza pública, odian a los que resisten en los barrios olvidados contra la discriminación social que sufren, odian a los gitanos porque dicen que van en pijama por las calles, roban, cultivan marihuana y venden otras drogas y no tienen educación, odian a los pobres porque ellos no tienen la culpa de que hayan nacido así y contaminan nuestras calles con su presencia de pobres.
Lo odian todo, y con su odio y su poder para odiar, porque hay que tener poder para odiar, transmiten y difunden ese odio por todas partes, con todos sus medios, inoculan el virus del odio al más ignorante, al menos leído, al que quiere parecerse a los que odian porque los que generan el odio suelen ser hombres, heteropatriarcales, blancos, machistas, homófobos, racistas, pero sobre todo, millonarios, tienen mucho poder económico, y es a ellos a quiénes quieren parecerse porque siendo clase obrera creen sus discursos del odio y piensan que siendo iguales de odiadores conseguirán llegar a la clase social de la que vienen los propagadores del odio.
Pero los que odian ignoran que del lado de los odiados estamos la mayoría de la población, ignoran que las mujeres estamos organizadas para ayudar a otras mujeres, que con nuestro movimiento se cambia todo, porque estamos en los trabajos, en los desahucios, en la cultura, en los sindicatos, en la política, en los medios alternativos, en las casas y en las calles, ignoran que el nuestro es un pensamiento ilustrado e incluso más allá, que nos sostiene por los siglos de los siglos y nos mantiene firmes y unidas antes cualquier injusticia, porque paramos leyes contra el aborto, porque condenamos los feminicidios cada vez que se producen, porque apoyamos y creemos como hermanas a las que agreden sexual o físicamente, porque nuestra lucha viene tan de lejos que nadie nunca podrá derribar a las feministas, el único movimiento social que pese a todos los ataques sufridos ha permanecido en pie durante años y años, nos odian porque temen que les arrebatemos y cambiemos sus espacios, sus conquistas, sus trabajos, sus discursos, pero ser feminista es una obligación como mujer y, debería serlo para todo ser humano, las sociedades ganan más en felicidad si son feministas ¿no han ganado nada los hombres que antes no cuidaban ni veían crecer a sus hijos con esto de la corresponsabilidad? no es solo que apechuguen con la crianza, que también, sino que pueden recuperar algo que les ha sido vetado siempre, el cuidado y el afecto. Sin duda el feminismo es vida.
Los que odian ignoran o quieren ignorar, que son los inmigrantes quienes trabajan en el campo porque ningún español quiere hacerlo, que son las que cuidan a nuestros hijos y mayores, que limpian nuestras casas, que cada vez ocupan más puestos en hostelería y no, no es porque nos quiten el trabajo sino porque nadie lo quiere. Ignoran que somos ciudadanos del mundo, que nuestro nacimiento en un lugar concreto es simplemente casual y si tenemos la suerte de vivir hoy en un sitio sin conflictos bélicos, sin hambre y sin miseria no es más que un privilegio que nos ha otorgado la vida al nacer.
Yo me rebelo contra el odio, me rebelo contra quien vive y quiere hacer vivir al resto de la humanidad odiando y amargando la vida a los demás, me rebelo contra la intolerancia, me rebelo contra los que solo quieren que sean unos pocos los protagonistas del mundo, me rebelo contra lo injusto, contra la misoginia, contra el ataque a la mitad de la población, contra los negacionistas del cambio climático y de la violencia machista, y creo que, en esta rebeldía contra el odio que debemos expandir por tierra, mar y aire, no hay mejor herramienta que la certeza de saber que estamos en el lado correcto de la historia, que siempre hemos estado ahí, que aunque parezca que ahora somos débiles solo nos falta un empujón para no serlo porque somos más, y que la esperanza es el sostén para seguir caminando en este mundo de odiadores, que no les vamos a dejar los espacios para que nos usurpen la alegría y la rebeldía, porque todos los lugares son aptos para deshacer sus mentiras y bulos odiosos, porque este es el sistema que tenemos, capitalista y patriarcal, y solo podremos derribarlo desde dentro.
Contra el odio organización y unidad, contra el odio esperanza y amor, contra el odio conocimiento frente a mentiras, contra el odio identificar de modo muy claro al enemigo de la vida, contra el odio, siempre la utopía, única forma de caminar soñando que, algún, día la alcanzaremos. Los débiles, los vulnerables, los marginados, los otros y las otras, debemos ser conscientes de la fuerza que tenemos, porque siempre hemos sido más. Rebeldía contra el odio. Rebeldía contra el fascismo, que es lo que en verdad son los poderosos, los que odian. Antifascismo como antídoto, antifascismo como clave para estar y luchar
juntos y no morir por separado.
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