Sin perder la esperanza soñar, reír y llorar.
Sin perder la esperanza observar, aprender y actuar.
Sin perder la esperanza, a veces se pierde
Pero gracias a la resistencia humana en los lugares más inhóspito y hostiles no tenemos más obligación que resistir y persistir en ti.
Vida

sábado, 7 de enero de 2012

Entre fogones multinacionales


Sí, porque no eran los fogones típicos de una cocina rústica, ni tan siquiera de un barecillo o de un restaurante, los suyos eran industriales, a lo grande, para hacer enormes cantidades de comida y sobre todo de forma muy rápida. Lo que se conoce como comida basura.

Lourdes trabajaba en esa cadena norteamericana desde no sabía ya ni cuando, y solo tenía 26 años, y no parecía tampoco que fuera a salir de allí en la vida. Había llegado como la mayoría, para sacarse un dinerillo para compaginar con los estudios y poder tener una juventud digna mientras terminaba el módulo de administración de empresas en el que pretendía conseguir un trabajo decente.

No es que el que estuviera realizando no lo fuera, ninguno es indecente, mientras sea consentido, con un horario conciliador y con un salario lo suficientemente amplio como para poder tener una vida respetable, pero en este caso ninguna de estas condiciones se cumplía, y con el agravante de que la mayoría de quienes trabajaban en la "famosa" cadena alimenticia eran mujeres.

Mientras Lourdes seguía con su rutina: sacar las patatas congeladas, las hamburguesas congeladas, los aros de cebolla congelados y en fin, hasta el pan congelado, para que en menos de cinco minutos todos parecieran productos frescos, una muchacha, Mónica, aparecía para entrevistarse con el encargado, éste sí era hombre, cosas de los rangos laborales.

Lourdes observó desde estos fogones tan encadenados y tan multiusos los gestos de Mónica, la actitud condescendiente, para variar, de Jesús, el encargado, y en menos de quince minutos, así, sin más, aparecieron ambos en el interior de lo que supuestamente era una cocina y se hicieron las presentaciones oportunas. "Aquí Mónica, nueva para ayudarte en la reposición de quesos, ensaladas y freidoras" indicó Jesús a Lourdes.

Lourdes sabía que esas pocas indicaciones no serían nunca el objeto laboral de Mónica, acabaría como ella, como todas, haciendo de todo, unos días dentro, entre fogones y otros de cajeras o limpiando el establecimiento, fundamentalmente fines de semana, que era cuando adolescentes precarios y todo hay que decirlo, de escaso gusto alimentario, acudían de madrugada para adquirir por un módico precio de 2 euros unas cuantas "suculentas hamburguesas" que saciaran la borrachera de botellón antes de llegar a sus casas y derrumbarse en la cama impregnando hasta las paredes de olor a garrafón.

No tardaron en congeniar, había muchas trabajadoras pero Lourdes estaba en casi todos los turnos, mañana, tarde y noche, también porque tras tantos años allí metida, su vida fuera de aquél lugar, que daba una imagen de felicidad gastronómica, era su primer hogar y así tenía interiorizado ese espacio en su corta exigente vida laboral, pues como el resto también empezó para pagarse esos estudios y acabar ese módulo, pero el fin nunca llegaba y cada día que pasaba le daba más pereza hacerlo. Tampoco es que en la calle hubiera demasiadas posibilidades laborales, cosa que también influía en la dejadez a la hora de avanzar académicamente.

Lourdes, además, era lesbiana, Mónica por su parte era más joven, jovencísima, 19 añitos y entró de cabeza a formar parte de las mujeres encadenadas y explotadas en tan renombrado fogón multinacional. Mónica quería experimentar y Lourdes la ayudó. No fue mala la primera vez por lo que contaban unas y otras entre coca colas y patatas fritas, luego, tras un tiempo Mónica empezó a encerrarse en sí misma. Una mujer preciosa, de labios grandes, inteligente, rubia, con mucha motivación, pero perdida de cara al futuro, laboral y sentimental. Lo segundo fue fácil de solucionar con el paso de los años, y tras diversas pruebas con hombres y mujeres regresó a Lourdes, que no tenía prisa, como en nada, era paciente.

...y ahí siguen las dos, trabajando con la ilusión de que son cocineras entre una amplia gama de fogones multinacionales.

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