Sin perder la esperanza soñar, reír y llorar.
Sin perder la esperanza observar, aprender y actuar.
Sin perder la esperanza, a veces se pierde
Pero gracias a la resistencia humana en los lugares más inhóspito y hostiles no tenemos más obligación que resistir y persistir en ti.
Vida

viernes, 2 de agosto de 2024

La salud mental

 

Por fortuna en los últimos tiempos se está hablando mucho de salud mental y no es un problema menor, lo que ocurre es que al no ser palpable como una rotura de tobillo, por ejemplo, parece que no existe y no se le da la importancia que debiera. Pero como digo afortunadamente se habla de ello. 

Estos días en los que los Juegos Olímpicos de París están en marcha he seguido algunas cuantas prácticas deportivas y cómo no, he podido ver a Simone Biles, la enorme Simone, que tras abandonar su carrera por problemas de salud mental ha vuelto más fuerte que nunca con ese entusiasmo que la caracteriza. Una leona. Y es pensando en ella como me decido a escribir este post. Porque desde hace un año la que escribe está inmersa en un proceso de deterioro mental importante. Y aún no he salido de esta crisis. 

Todo comenzó tras conseguir mi plaza como funcionaria de carrera tras años encerrada opositando y en los que al final compaginé trabajando de interina, primero en la Junta de Andalucía y después en el Instituto Nacional de la Seguridad Social. Cuando por fin se conoció mi destino, mucha alegría porque me quedaba en Granada, no tenía que irme a vivir a otro sitio ni buscar alojamiento ni nada de nada, y alegría también porque me tocaba la Delegación de Agricultura que me atraía mucho por ser muy diferente a lo que yo había hecho hasta ahora en mi carrera profesional. 

Al principio de la incorporación todo fue bien, período de aprendizaje de mis tareas y estudiando leyes para aplicar a las mismas, pero llegó el mes de julio (me incorporé en mayo de 2023) y una vez que ya conocía el funcionamiento de los programas que me habían instalado ya solo quedaba entrar en materia, o sea, que me llegara trabajo, pero no, julio se convirtió en un mes horrible porque no me entraba nada de trabajo y pasar las horas sin hacer nada se empezó a tornar insoportable. Y así llegaron las vacaciones de agosto y después de unos días fuera de casa regresamos al hogar. Y allí empezó todo, porque veía en el horizonte mi vuelta al trabajo para estar de brazos cruzados y ese pensamiento no hizo más que hacerme entrar en una espiral de desesperación tremenda. Empezaron los temblores de cuerpo, empezaron los ataques de pánico y de ansiedad, y empezaron los llantos. El 1 de septiembre ya estaba teniendo mi primera cita con la psicóloga, no podía dejarlo estar. Y qué privilegiada de poder ir a esta profesional, porque o dispones de capital o te jodes porque en la seguridad social los psicólogos brillan por su ausencia. Cinco meses estuve de terapia psicológica y con medicación a base de antidepresivos y ansiolíticos. Un mes de baja. Y muchos días sin soportarme a mí misma, hasta tuve ideas suicidas porque no me aguantaba. También me dio por provocarme el vómito, porque sentía una opresión en el pecho y en la garganta muy intensas y se me pasaba tirándome a la taza del wáter a escupir todo lo que hubiera comido. 

Seguí con mi terapia hasta que llegado el mes de enero la psicóloga me dio el alta porque había mejorado mucho, ahora me llamaría cada tres meses para hacerme un seguimiento y a vivir. Y todo fue bien durante unos meses, en marzo me atreví a ir a Madrid con mis mejores amigas a la cita anual que tenemos para reunirnos, cosa que me parecía imposible porque también tuve agorafobia y me asustaba relacionarme con todo el mundo, subirme a un autobús yo sola, en fin moverme por mi misma, pero lo hice, me planté en la capital y pasé un fantástico fin de semana. Luego llegó abril y mi pareja y yo nos escapamos a Milán y también fue bien, dormía bien (cosa que también me había afectado mucho con la depresión con grandes dosis de insomnio y desvelos nocturnos), paseábamos, bebíamos cerveza y disfrutábamos de esa ciudad. Más tarde llegó mayo y con ello San Isidro, otra cita anual en el pueblo paterno en la que pasábamos el día de romería con un montón de amigos y en esta ocasión todo iba también bien, yo, tras pasar siete meses muy chunga, con mucha tristeza y sin ganas de hacer nada en la vida, con una apatía enorme, me notaba que estaba curada. 

En este tiempo me ha ayudado bastante también el haberme implicado en un proyecto para hacer una ley de barrios vulnerables, he estado en el Congreso con un compañero presentándolo aunque yo hablé poco y al final durante la comida me sentí nerviosa y con ganas de irme, sobre este proyecto me llamaron para que lo presentara en Granada y llegado el día me entró ataque de pánico y no pude mas que llorar y declinar el encuentro. 

Y llegó el mes de junio y tras la graduación de mi hijo mayor como cocinero empecé a sentirme otra vez mal, muy mal, lo que más había trabajado con la psicóloga era la aceptación, aceptar que mi trabajo es el que es y que no es culpa mía ni soy una inútil por no tener tarea, asumir que así son las cosas, con todas las herramientas que me dio para solventar las crisis de ansiedad, pero estaba de recaída, de repente de nuevo empecé a sentirme insegura, inquieta e intranquila, me volvía a poner nerviosa relacionarme y estar en el trabajo sin hacer nada. A finales de ese mes fuimos a Alicante a ver a la familia y allí volvieron los llantos y los temblores, quedé con mis amigos de toda la vida y en determinado momento empecé a ponerme nerviosa hasta que no recuerdo bien a qué hora de la noche desaparecí porque estaba agobiada; otro día fui a la playa y en lugar de relajarme me entró de nuevo la tristeza y me puse a llorar, y eso que había quedado con otra amiga para vernos después de dos años sin contacto, no sin  esfuerzo conseguí acudir a la cita, pero no era yo, mi intranquilidad me invadía y no había forma de disfrutar completamente de la reunión. Con la familia no era tampoco diferente, mi madre me notó rara y me vine abajo con la llantera de nuevo y el último día de estancia, estando con mi hermana me dio otro ataque de llanto que ella intentó calmar dándome un diazepam, que si me calmó pero ahí estaba yo, invadida por la tristeza y la inquietud.

Enseguida llamé a la psicóloga para decirle que me diera una cita porque no me encontraba bien, y, tras hacer todos los test de evaluación que ella me manda acudí a la terapia, hablando con ella me dijo que por la edad podría estar entrado en la premenopausia y que todos esos cambios emocionales y sensaciones corporales podían tener relación con eso, que no estaba mal para volver a las citas semanales y que me hiciera una analítica hormonal. 

Seguí sus indicaciones y ahí voy, esforzándome mucho en hacer cosas que no me apetecen y que en otro momento de mi vida habrían sido motivo de satisfacción, fui al Blues Cazorla con mi hijo pequeño y mi pareja como cada año pero a mediodía me dio la intranquilidad y tuve que retirarme a sentarme hasta que se me pasó el agobio, también estuve viendo a Manu Chao en un concierto que se me hizo interminable, y eso que me gusta mucho. 

Los días siguientes no han pasado sin su cóctel de nervios correspondiente, un día del mes de julio tuve que irme a urgencias desde el trabajo llorando y muy nerviosa, cuando llegué allí tenía taquicardia y la tensión muy alta, me dieron una pastilla y me fui a casa a la cama; al día siguiente a las 10 de la mañana me tuve que ir de del trabajo de nuevo porque estaba con muchísima ansiedad, y, esta semana he faltado el miércoles porque tras pasar toda la noche sin pegar ojo me levanté con temblores, martilleo de dientes y muy ansiosa. 

Y así seguimos, esperando que el lunes me vea la médico y a ver si los análisis me aclaran algo de mi situación actual, porque sí, he aceptado que el trabajo es el que tengo y aunque se me pasan las horas eternas por no hacer nada intento por todos los medios que la ansiedad no me entre, por eso hoy estoy escribiendo esto desde mi curro, para intentar ocupar mi tiempo con algo y de paso desahogarme con un tema que estando de moda no está ni de coña solucionado. Admiro mucho a Simone Biles y la veo y pienso ojalá sea yo capaz de regresar a mi antiguo yo con tanta fortaleza como ella, ojalá pueda salir de este pozo. 

Es urgente que la sanidad pública invierta más en salud mental, urgen profesionales en la pública que no te vean solo una vez, te manden medicación y si te he visto no me acuerdo (a mi ve vio una sola vez una psiquiatra), y es necesario que se nos vea como lo que somos: enfermos, porque parece que estás chalada o algo así y, es más serio de lo que parece. 

Yo por mi parte solo deseo como decía antes volver a ser yo misma, me he apuntado a boxeo, sí, una señora de 52 tacos metiendo ganchos
, lo he cambiado por el pilates porque necesito descargar más, soltar todo lo que tengo metido en el cuerpo de inactividad. No se, quizá sean las hormonas, tengo puestas mis esperanzas en que sea eso lo que me tiene de vuelta a la medicación antidepresiva y encuentren otro tratamiento más acorde con mi estado. Mientras tanto no dejen de pelear por la sanidad pública y no se les ocurra reírse ni minusvalorar a las personas con problemas de salud mental, que bastante tienen. 

Por último no quiero acabar sin agradecer a mi pareja e hijos por estar ahí, aguantando cada crisis, cada ataque, cada llanto, cada vómito, cada intento de quitarme la vida, por rescatarme y acogerme en su regazo cuando más lo necesito. Y gracias también a los amigos que estáis ahí y que no hace falta que os nombre porque sabéis quienes sois. 






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