Sin perder la esperanza soñar, reír y llorar.
Sin perder la esperanza observar, aprender y actuar.
Sin perder la esperanza, a veces se pierde
Pero gracias a la resistencia humana en los lugares más inhóspito y hostiles no tenemos más obligación que resistir y persistir en ti.
Vida

viernes, 22 de octubre de 2010

Los verdaderos cambios



El presidente del gobierno acaba de cambiar nuevamente la composición de algunos ministerios, portavocías del gobierno así como la eliminación de otros. Independientemente de quienes sean quienes los ocupen no deja de ser curiosa la nueva configuración decidida por el presidente del Ejecutivo. Supongo que como queda muy poco para las próximas elecciones tanto municipales y autonómicas como para las generales y habida cuenta de que a estas alturas ya habrá tomado nota de su evidente giro a la derecha en los últimos años de su legislatura, pues parece que pretende "aparentemente" demostrar que nuevamente va a hacer un giro a la izquierda, no sea que sus votantes se despisten y decidan elegir otra opción de gobierno bastante más a la izquierda.

No se a quien quiere engañar pues los cambios de personas no implican cambio de proyecto político, quizá puede ser significativo el nombramiento del nuevo ministro de trabajo quien apoyó la huelga general y estuvo en la manifestación del 29-S. Quizá es que se va a replantear la reforma a la reforma. Eso solo lo sabe él.

Lo que sí es deseable es que los cambios, los auténticos, vengan de tener en cuenta determinadas consideraciones extraídas de los que son precisamente quienes esperan que los cambios sean verdaderamente importantes para su situación laboral.

Del día de la huelga general, jornada que viví con gran emoción, como mi primera experiencia de piquetera y como fiel defensora de la causa laboral, me quedo con algunos hechos que para mí son los que deben ser el primer objetivo de cualquier cambio gubernamental.

Así, ocurrió que una vecina, una amiga, una trabajadora del servicio de dependencia de Granada, de la empresa Clece, con la que ya había conversado mucho sobre la reforma laboral y la necesidad de acudir a la huelga me sorprendiera finalmente de modo muy grato apareciendo en la manifestación, y digo sorpresa porque no estaba por la labor de secundarla, no porque no creyera que no era necesaria, sino precisamente por el trabajo que desempeña y la absoluta dejadez de su empresa en el servicio que presta. Decidió acudir pero no antes sin pasar a atender a varios usuarios, realizó algunos servicios mínimos y luego se sumó a la movilización. Resulta que este hecho tiene mucho valor, para mí fue de gran orgullo que lo hiciera. Tuvo que acudir, de motu propio, a atender a estas personas porque en el caos en el que está metida su empresa, donde ni el trabajador sabe cuando acude a un domicilio lo que tiene que hacer, ni la empresa se preocupa de saber qué necesidad tiene cada usuario, lo hizo bajo un acto de enorme responsabilidad: "lo primero son las personas, y si la empresa no se ocupa tendré que hacerlo yo", esa fue su decisión, que además le honra profundamente. Después puede verla y compartir un rato el paseo de la manifestación, ella, si su empresa funcionara con parámetros de verdadero interés por un servicio tan importante como es la atención a las personas dependientes, hubiera estado acompañándome en la noche piquetera, porque "quejarse entre cuatro paredes no vale si esto no lo transformas en un hecho visible."

Por eso me emocioné mucho cuando la ví, para mí esta es la auténtica clase trabajadora: la que con un salario muy por debajo de lo digno, la que con unos horarios muy flexibles (o sea, atada todo el día a las necesidades de la empresa) y con unas condiciones laborales terribles, decidió protestar por esta reforma laboral tan injusta para los trabajadores y las trabajadoras de este pais no sin antes responder como debería hacerlo de modo habitual la empresa para la que trabaja.

Ayer por la noche hablaba con mi cuñada, peluquera de profesión y precaria de oficio por imposición estatal. "Qué mal está la gente cuñá" me decía, ahora su pareja acaba de quedarse sin trabajo, puede ser la enésima vez en su empresa, entras y sales, entras y sales, y así sucesivamente, sin garantía alguna de que vas a regresar. Y comentábamos por qué aquí no pasa como en Francia, por qué la gente se moviliza tan poco. Cierto es que cuando a uno le toca el paro, cuando a uno se le acaban las ayudas al desempleo, la desesperación roza límites de los que solo puede entender quien por ellos pasa. Es normal que cueste moverse pues la primera necesidad es encontrar un trabajo, pero sí hay algo que no podemos permitir la clase trabajadora, y así me lo decía contundentemente ella: contratos de formación, contratos de formación y más contratos de formación: eso es lo que le queda sobre todo a nuestra juventud, con experiencia, con curriculum, con una formación nada desdeñable, ahora, a seguir formándose, pues estos contratos no te dan ni la categoría que mereces con titulación de sobra ni con una vida laboral ya mas que suficiente como para considerar que puedes dar el salto a un contrato fijo con condiciones y salarios dignos.

No es de recibo que se tengan que aceptar puestos de trabajo donde lo que menos se respetan son los derechos laborales. No es de recibo por un mendrugo de pan someterse a las reglas del juego de este capitalismo feroz que destroza la vida de miles de personas, no solo económicamente por verse obligados a asumir esta vergüenza de relaciones laborales, sino sobre todo porque nada hay más indigno que cumplir con un trabajo de manera responsable y seria pero luego no verse compensado a fin de mes con lo que uno se merece.

Así no puedo más que decir que ojalá el Sr. Valeriano Gómez valore en su puesta de largo al frente de un ministerio tan vital como el que va a desempeñar, la multitud de historias que seguro le habrán contado en su calidad de Ugetista y sea coherente con su oposición a la reforma laboral aprobada por quién ahora le da tanta responsabilidad para con los ciudadanos y ciudadanas de su país, que haga memoria y no deje caer en saco roto los auténticos cambios que le demanda la sociedad española.

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