Sin perder la esperanza soñar, reír y llorar.
Sin perder la esperanza observar, aprender y actuar.
Sin perder la esperanza, a veces se pierde
Pero gracias a la resistencia humana en los lugares más inhóspito y hostiles no tenemos más obligación que resistir y persistir en ti.
Vida

lunes, 8 de noviembre de 2010

Yo confieso


Ante Hitchcok cual filme de intriga, aunque en este caso creo que se aproximaría más a Psicosis o Los pájaros o cualquier otra en la que el terror sea el intérprete principal.

Confieso que me siento desconcertada, que no temo la lucha pero sí al dolor. Confieso que la rebeldía no me incomoda porque sí lo hace la represión. Ante tanto tufo en un fin de semana con tan supuesta santidad en nuestra península me han entrado unas ganas locas de confesarme.

Confieso que no formo parte de una familia natural, mis padres se separaron porque era el lógico desenlace de su tortuosa relación.
Confieso que me gusta el sexo y adoro a mis hijos, tengo los que he deseado tener.
Confieso que no creo en ningún dios. La esperanza la busco en la vida que es lo único seguro con lo que cuento.

Confieso que tras la confirmación renuncié a mi relación con la Iglesia. Mis hijos son criados bajo una concepción no religiosa de su existencia.
Confieso que alguna vez me he sentido atraída por la idea de relacionarme con una mujer. Se me pasó en cuanto a mi madre se le ocurrió la misma idea y la ejecutó.
Confieso que la infidelidad ha merodeado en alguna ocasión por mi pensamiento, confieso que con un hombre tengo bastante.
Confieso que he asistido a muchas bodas, que la mayoría de mis amigos se han casado, ahora muchos de ellos van camino del divorcio.
Confieso que educo a mis hijos en colegios públicos y no asisten a la asignatura de religión, confieso que echo en falta que esa hora libre la llenen de contenido.
Confieso que uso preservativos en mis relaciones sexuales, incluso así puedes tener errores y contagiarte de sida o tener un embarazo no deseado.
Confieso que solo entro a la Iglesia cuando pierdo a alguien. En las bodas me quedo en la calle, mis amigos me conocen.
Confieso que algo se de la historia de España, confieso que sé que murieron monjas y curas, confieso que fueron muchos menos que antifascistas.
Confieso que la memoria es frágil, la sucesión papal siempre se hace con desmemoriados que tapan sus vergüenzas bajo una gran capa de santísima paternidad.

Confieso que cuando yo tenía 14 años intentaron abusar de mí, no lo consiguieron y de haberlo hecho habría abortado si me hubieran dejado embarazada.
Confieso que estoy harta de guerras, de ocupaciones, de invasiones, de conflictos. No pueden seguir cometiéndose crímenes en nombre de Dios.
Confieso que sueño con un futuro lleno de gente joven con trabajo, comprometida, educada, formada y con una tierra en la que se pueda respirar. Lamento los sueños truncados de la juventud.
Confieso que me comería cada parte del cuerpo de mis niños, confieso que la suavidad de su piel me provoca repartir caricias, confieso que soy su madre y que si alguna vez alguien se sobrepasara con ellos no respondería de mis actos.
Confieso que el incienso me relaja, no así el botafumeiro encantador de mentes bajo pérfidas miradas arzobispales y papales.
Confieso que a veces me embarco en aventuras peligrosas, pero nunca he sido beligerante en mi visión laica de la sociedad.
Confieso que también tengo fe. En el ser humano, no así en quienes utilizan la fe para extorsionar, manipular, engañar, y sacar conclusiones nada científicas del sentido de la vida.
Confieso que creo en el derecho a la vida. En el de las mujeres condenadas por abortar, en el de los niños violados a recuperar su dignidad.

Confieso que me horrorizan las "verdades" de la Iglesia. Porque el amor para ser natural debe ser querido y consentido, igual que el tener hijos; porque amarse no es patrimonio de los heterosexuales; porque el matrimonio es simplemente la unión de dos personas para garantizarse unos derechos, independientemente de la afectividad supuesta en quien lo contrae; porque el divorcio es lo aconsejable cuando dos ya no se soportan; porque los preservativos no solo evitan embarazos no deseados sino también la contracción de enfermedades, incluido por supuesto el sida; porque ser madre no es solo parir, esto es lo más fácil, lo difícil es mantener a un hijo, educarlo, quererlo, protegerlo; porque la familia como se ha venido concibiendo históricamente ya no existe, hoy en la variedad de familias está el gusto; porque mi cuerpo de mujer es solo mío y solo yo puedo decidir sobre él; porque el Estado debe gestionar lo público, y la religión pertenece al ámbito privado, no se pueden pedir más ayudas estatales ni para religiones ni para la familia que es considerada como natural por sabios jerarcas eclesiásticos , cada cual es libre de elegir en qué cree y cada cuál debe costeárselo.

Confieso que me gustan las cosas buenas que te da la vida. La mayoría de estas cosas me las prohíbe la Iglesia.

Confieso que me alegro de que las expectativas comerciales tras la visita del Papa no se hayan cubierto, aunque lamento que los comerciantes no hayan podido aumentar sus ganancias con este evento, quizá podrían haber organizado ofertas de menús baratos para los que no lo esperábamos. Confieso que como Jefe de Estado me hubiera gustado que se le hubiese tratado como a cualquier otro procedente de otro país, dejando su recepción y sus "coherentes palabras" para las conversaciones protocolarias entre comunes.

Confieso que me indigna que se atice a los no creyentes, a las parejas gays, a las mujeres que abortan, a las que se divorcian, a las familias monoparentales, a la educación laica...

Confieso que la hipocresía me mata, confieso que las ideas retrógradas de esta institución me escandalizan, confieso que el prisma bajo el que ven el mundo es tan irreal que me da miedo.

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